lunes, 17 de noviembre de 2008

ENTREVISTA KAZUYO SEJIMA

ENTREVISTA: ENTREVISTA KAZUYO SEJIMA
"Camino hacia la extrema sencillez"
ANATXU ZABALBEASCOA 16/11/2008
Esta mujer japonesa es una 'rara avis' entre los arquitectos estrella. Frente al espectáculo, la fama y el dinero, defiende la discreción y el trabajo perfeccionista. Así, con su dedicación casi religiosa, se ha convertido en un referente mundial.
Tiene cuerpo de niña y voz ronca. Fuma sin apenas descanso y no podría contar los cafés que bebe al día. Asegura que hablar no es su fuerte, que le cuesta encontrar las palabras exactas para expresarse. Pero sus edificios, sus decisiones, sus costumbres, su actitud y hasta sus gestos retratan a una profesional atípica, una persona con ambiciones singulares en el mare mágnum de las estrellas arquitectónicas. No quiere construir por todo el mundo; quiere poder pensar cada proyecto. De momento, Kazuyo Sejima (Ibaraki, Japón, 1956) sólo se ha preocupado por ser Kazuyo Sejima, una mujer de carácter decidido, pero discreto. Esa actitud ha marcado un antes y un después en la arquitectura. No es éste un campo en el que las mujeres suelan brillar en solitario. Si nos fijamos en el autobús de las vedettes arquitectónicas (de Norman Foster a Jean Nouvel), la única mujer que acompaña a Sejima en fama universal es la iraquí Zaha Hadid, pero ella habla el mismo idioma de poder y ubicuidad que sus colegas masculinos. Sejima es otra cosa. No necesita ni levantar la voz ni llegar a tres cifras en su número de empleados. Ella sólo sabe trabajar con tiempo. Y eso implica reducir sus horas de sueño, pero también su número de clientes.
La entrevista se concierta en Barcelona. Lleva todo el día visitando edificios de la ciudad de la mano del arquitecto Óscar Tusquets, responsable del Premio Década, dedicado a premiar la vigencia y el mantenimiento de los edificios y que cuenta como jurado a un único arquitecto de fama mundial. Nunca había sido una mujer; este año, Sejima ha aceptado atravesar el mundo para comprobar cómo funcionan algunos edificios singulares de Barcelona 10 años después de inaugurarse. Al tour urbano han invitado a El País Semanal. Por la mañana, en casa de Tusquets, Sejima admira una taza diseñada por el anfitrión. Éste le dice que le enviará seis a Tokio. "No. Dos es suficiente. Mi casa es pequeña", dice ella. "Una se puede romper", le indican. "Las cuidaré", contesta.
Ha conseguido hacer historia; no sólo por su arquitectura, sino también por su forma de relacionarse. Usted no emplea una actitud agresiva de dominio y demostración de poder con la que tantos arquitectos famosos se han movido por el mundo. ¿Ha elegido esa otra manera de ser cercana tanto en su arquitectura como en su actitud? Todo va junto. Y todo es lo mismo. Soy así. Forma parte de mi carácter. Pero yo no creo ser poderosa. Y también doy un grito de vez en cuando. Con todo, no me gustan los juegos de poder. En mi trabajo, tratar de entender al cliente y tratar de desarrollar mis ideas me deja sin tiempo para nada más. Por eso no soy una arquitecta que pueda hacer muchos edificios. Cada uno me cuesta mucho, me lleva mucho tiempo. Mi oficina no crecerá nunca más allá de las 30 personas que somos ahora.
Pero usted tiene fama de trabajar de sol a sol. ¿Por qué está convencida de que no le dará tiempo a hacer muchos edificios? Porque no me interesa tanto hacer muchos como hacerlos con tiempo. Yo necesito tiempo para decidir qué es lo realmente importante en cada edificio. Me cuesta hacerlos.
¿El dinero y la fama no son importantes para lograr hacer lo que quiere? La fama, en absoluto. El dinero... es necesario. Y además me gusta ir de compras. Pero no tengo ningún interés en tener un jet privado, si a eso se refiere.
Vive en una casa en el centro de Tokio, ¿la diseñó usted? No. Hubiera sido difícil y caro levantar una casa en Tokio, donde no hay apenas suelo. Pero soy una persona que necesita flores y algún árbol cerca. Por eso he buscado tener un jardín, aunque sea muy pequeño. Tengo cuatro árboles: un limonero, un manzano, un arándano y un naranjo chino en apenas tres metros.
¿Por qué necesita el jardín? Cuidarlo me hace sentir bien. Además, es muy interesante observar los árboles y las plantas. Las flores no sólo son bonitas, cambian continuamente. Los insectos también son interesantes. En un jardín, por pequeño que sea, siempre están pasando cosas.
¿Tiene tiempo de observar la naturaleza? Un jardín hay que regarlo cada día. Y mientras lo riegas, lo miras.
¿Siempre le ha gustado la naturaleza? No siempre. Yo crecí en el campo de Hitachi, en Ibaraki. Vivíamos rodeados de naturaleza, pero no me dedicaba a observarla. En realidad, cuando mi madre me enviaba a coger hortalizas o frutas, lo odiaba. Luego, viviendo en la ciudad, algo cambió.
¿Qué le hizo decidir que quería ser arquitecta? En Japón debes decidir qué harás con el resto de tu vida cuando tienes 16 años. La arquitectura no era popular donde yo vivía, una ciudad de provincias, alejada de la información y del ritmo de Tokio. Mis padres no son arquitectos, mi padre es ingeniero industrial y trabajaba para Hitachi, y mi madre era ama de casa.
Entonces, ¿de dónde le venía el interés? Cuando era pequeña, debía de tener ocho años, mis padres decidieron hacerse una casa. Y compraron revistas para buscar ideas. Por casualidad un día vi una que mostraba una fotografía de la casa de Kiyonari Kikutake, un arquitecto metabolista, el maestro del que luego sería mi maestro, Toyo Ito. Yo no tenía ni idea de que la casa era famosa, pero me sorprendió y me fascinó. Tanto, que me involucré mucho en la construcción de nuestra casa.
¿Con ocho años? Sí. Empecé a proponerles a mis padres que hicieran la fachada así o asá, la distribución, los materiales. Hice montones de dibujos.
¿Le hicieron caso? Para nada. Pero me quedé con el recuerdo. Luego, dos años después, cuando vivíamos en un barrio de viviendas pareadas de empleados de Hitachi, todas exactamente iguales, llegó un ingeniero americano. Y cuando entré en su casa sentí otra gran sorpresa. Su manera de usar la misma casa que teníamos nosotros era diferente. Por dentro era completamente distinta. Habían cubierto todo el suelo de moqueta roja. Habían eliminado particiones; el espacio era continuo. Con cuatro elementos habían transformado una casa y el modo de habitarla. Las casas eran muy sencillas; todas completamente iguales. Pero estaba claro que permitían una gran libertad individual.
¿Eso le hizo ser arquitecta? Eso lo viví y nada más. Pero cuando con 15 años tuve que decidir qué estudiar, recordé los dos momentos y pensé que quería hacer casas. Así es que me apunté a arquitectura. Nada más empezar fui a la biblioteca y busqué la casa que tanto me había gustado de niña. Y descubrí que era de Kikutake y que era un arquitecto muy famoso.
¿Lo llegó a conocer? No hice nada para conocerlo; pero un día sucedió algo. Cuando hice la Casa de los Ciruelos me llamó. Me pidió verla. Se la mostré y así lo conocí. Sus comentarios eran extraños. Decía que era una casa transparente. Y no lo era. Pero por transparencia él quería decir que era una casa comunicada, limpia.
¿Le contó que había sido su casa lo que la había empujado a hacer viviendas? Tan claro no. Pero creo que, por lo que hablamos, se debió de dar cuenta. Espero que se diera cuenta.
¿Fue ésa la razón por la que luego trabajó para Toyo Ito, el discípulo de Kikutake? No. Antes de la generación de Ito, en Japón no había encargos para casas unifamiliares. Podías aspirar a hacer la casa de tus padres o de un primo, pero no la de un cliente desconocido. Con Ito eso se rompió. Y en los setenta, los arquitectos comenzaron a hacer pequeñas viviendas de nueva planta. Por eso cuando estaba en los últimos cursos de mis estudios supe que Ito buscaba becarios y me postulé. Trabajé con él más de dos años.
Ha hecho muchas viviendas pequeñas. ¿Es lo que más le interesa? La casa es la célula. Y me atrae mucho su evolución. Pero la gran escala también me interesa. Lo que no haría sería dejar de proyectar viviendas para diseñar sólo grandes edificios. Uno se mide cada vez que hace una vivienda. Todas las viviendas que he hecho ilustran mi biografía arquitectónica, mi evolución como arquitecta, los intereses de cada momento.
¿Y hacia dónde camina ese sendero? Hacia la extrema sencillez.
Diseñando casas ha asumido riesgos. Esa evolución que dice que reflejan sus casas habla también de un experimento continuo: con usted es difícil que un cliente sepa el resultado. ¿Ha sido fácil su relación con los dueños de sus casas? Al principio, su reacción ante mis propuestas no era fácil. Lo nuevo cuesta asumirlo. Hoy en día es distinto. Quien me llama quiere una vivienda capaz de responder de otra manera. Hoy no tengo problemas. Ha sido una evolución gradual.
Usted se educó en la Universidad de las Mujeres. Antes de la II Guerra Mundial, las mujeres sólo podían estudiar en un par de universidades japonesas. Y la Universidad de las Mujeres era, entre éstas, la institución más antigua. Pero yo no fui allí por una cuestión ideológica, sino por pragmatismo. Fue la única, de las tres en las que solicité plaza, que me admitió. Pensé en preparar de nuevo mis solicitudes y esperar un año, pero entonces habló mi padre. Mi padre era un tipo que jamás hablaba. Hablaba poquísimo, pero esa vez lo hizo. Dijo que no debía perder un año de mi vida, que estudiara allí. Y como nunca hablaba, para una vez que lo hacía, le hice caso. Así fue.
Usted también es callada... No soy una habladora nata, porque no soy buena expresándome. Pero me gusta tener amigos. Mi padre sí es callado.
¿Y su madre? Ella es lo contrario.
¿Haberse educado en una universidad progresista fue importante en su educación? Trabajábamos mucho la pequeña escala. Mientras que en las otras escuelas del país se dedicaban a proyectos en escalas mayores.
¿Eso por qué? ¿Creían que las mujeres arquitectas iban a dedicarse a construir sólo casas? No sé, tal vez (se ríe). Pero creo que tenía más que ver con el profesorado. No había muchas mujeres que quisieran ser arquitectas, y fueron formando el departamento poco a poco. De todos modos, soy una persona muy lenta. Necesito tiempo. Si hubiera estudiado en otro lugar, con mayor ambición, tal vez no hubiera conseguido acabar. Tal vez la escala, o el hecho de que en el tercer curso ya nos pusieran a hacer grandes proyectos, me hubiera superado. Necesito aprender despacio, y allí pude hacerlo.
¿No la tentaron otros estudios? ¿La moda, por ejemplo, que parece interesarle? La moda siempre me ha interesado. Y mucho. Pero donde yo crecí, lejos de las grandes ciudades, si era difícil estudiar arquitectura, más difícil aún era estudiar moda. De todos modos, pensaba que sí podía diseñar vestidos con facilidad, vestidos especiales, que me hicieran sentir especial, pero la arquitectura era otra cosa. No tenía ni idea de cómo construir; por eso pensé que debía estudiarla.
¿Le sigue interesando la moda? Sí. Puede que no tanto, pero me gusta ir de compras. Fundamentalmente me gusta Comme des Garçons por una razón práctica: sus diseños están pensados para el cuerpo japonés. Pero a veces compro prendas que no podré ponerme nunca.
¿Para qué las compra? Para mirarlas. Las saco del armario y las miro.
¿Como una escultura? Algo así.
[Hoy Sejima viste Comme des Garçons: un jersey estampado con labios muy rojos sobre un fondo negro y falda larga].
¿Qué le hizo decidir el tipo de arquitectura evanescente que hace? ¿Por qué fuerza los materiales hasta su máxima delgadez? Al principio, lo que más me interesaba era la planta del edificio: la relación entre el interior y el exterior y entre los espacios de la casa. Ahora me interesa la relación de un edificio con su ubicación. Cada lugar tiene un peso. Y yo decido mis edificios a partir del peso del lugar. Por eso trato de que mis edificios no se aíslen y a la vez tengan vida interior.
Ha dicho que necesita estar cerca de la naturaleza. Pero muchos de sus edificios se cierran al exterior y se vuelcan a una vida interior. Cuando hago un museo, como el de Nueva York, lo habitual es controlar la luz e incluso las vistas. Pero ahora estoy haciendo una galería completamente transparente en la isla de Innoshima, en Hiroshima. La idea de mostrar una escultura o una pintura como flotando en el paisaje me parece preciosa.
¿Cómo protegerá las pinturas? Estamos trabajando en eso. Por eso necesito tanto tiempo para hacer las cosas [se ríe].
¿Cuántas horas trabaja? Normalmente empiezo a las diez, a menos que esté muy cansada. Y acabo sobre las dos o las tres.
No es un horario excesivo. ¡Dos o tres de la madrugada! [Se ríe]. Son 15 horas o algo así. Como y ceno en el trabajo.
¿Y sus 28 empleados? Ellos hacen turnos. Trabajamos en Estados Unidos y en Europa y necesitamos poder hablar con ellos.
¿Cuántas horas duerme? Unas cinco.
¿Y cuántos cafés bebe? Todo el rato.
Cigarrillos, ¿cuántos? Muchos también.
¿Fuma en el estudio? Sí. No está prohibido en Japón.
Corre la leyenda de que la gente de su oficina duerme debajo de la mesa. ¡Es verdad! [Se ríe]. Nos agotamos. Yo también me meto después de cenar. Treinta minutos y como nueva.
¿Debajo de la mesa? Sí. Es como un cuartito. Tengo una colchoneta y la despliego.
¿En su oficina se habla inglés? Sí, porque hay muchos extranjeros y el japonés es muy difícil de aprender.
¿La arquitectura es lo más importante del mundo para usted? Bueno... En el mundo hay muchas cosas interesantes. E importantes. Pero uno ha de aceptar sus límites. Precisamente porque el tiempo en la vida es algo muy limitado. Visto así, tal vez la arquitectura sea suficiente para mí. Me gusta hacer otras cosas. De todo tipo. Ir de compras, aunque sea rápido [se ríe]. Pero si me dedico a la arquitectura necesito tiempo para hacerla. Antes lo tenía muy claro. Pero gradualmente, a medida que pasa el tiempo... A veces dudo...
¿Qué le gustaría hacer? [Silencio de cerca de cinco minutos. Parece que está pensando, pero al final la entrevistadora también duda. Mejor preguntar de nuevo].
Hay arquitectos que trabajan mucho, tanto como usted, pero parecen más preocupados por su negocio que por la arquitectura. Su caso parece lo contrario. No trabaja tantísimas horas para construir mucho y por todo el mundo, sino para hacerlo con perfección. ¿Por qué esa dedicación casi religiosa a la arquitectura? No es perfecto. Lo que hago no es perfecto.
¿Necesita que sus edificios sean perfectos? Necesito hacerlo bien. Dar todo lo que puedo. Y para eso ya le he contado que, como soy lenta, necesito tiempo. Cualquier cambio -una nueva tipología, un proyecto mayor, construir en otro continente- me exige adaptación. Y para eso necesito tiempo. Nuestros proyectos han crecido y son más complejos. Para controlar cada detalle necesito aún más tiempo.
¿Por qué cree que la arquitectura es una profesión tan complicada para las mujeres? Hay muchos arquitectos famosos, pero pocas arquitectas. Para hacer grandes obras tienes que crecer y manejar un estudio grande. Una mujer puede hacer eso, pero los grandes proyectos suelen estar relacionados con la política. Y ahí, una mujer, por lo menos en Japón, no lo tiene fácil.
Muchas mujeres arquitectas están casadas con arquitectos. Y el hombre es el que termina llevándose el reconocimiento. ¿Fue ésa la razón por la que usted y su pareja, Ryue Nishizawa, decidieron formar una sociedad común (Sanaa) y dos independientes en las que hacer trabajo en solitario? Al principio le pedí a Ryue que dejara de ser mi empleado y se convirtiera en mi socio porque para mí era un reto trabajar con él. Es muy inteligente. Cuando me invitaron a hacer un proyecto de gran escala le pedí que se asociara. Él contestó que sí, que quería asociarse, pero también mantener su propia firma independiente. Y eso hicimos. Los grandes proyectos los firmamos juntos y luego cada uno tiene los suyos.
Cuando le pidió que se asociara, ¿fue una decisión profesional o emocional? ¿Era ya su pareja? No, no lo era. La decisión fue profesional. Me interesó su talento.
¿Qué le gustaba de él? Encontré en él ideas que me sorprendieron. Yo trabajaba muy influida por lo que había aprendido en el despacho de Toyo Ito. Y de repente me encontré con un arquitecto que pensaba de otra manera. Él me hace dudar siempre y creo que eso es bueno.
¿Es también callado? Profesionalmente es muy agresivo, pero cuando habla japonés. En inglés se muestra más callado.
¿Todavía hacen cosas separados? Sí. Sobre todo en Japón. Los clientes vienen con la idea precisa de a quién quieren encargarle su casa o su pabellón. Incluso tenemos un cliente, el de la galería transparente en la isla de Innoshima, que nos ha encargado un proyecto a cada uno en dos islas vecinas. Las viviendas privadas las hacemos separados. Son algo más personal.
¿Qué ha tenido que sacrificar para ser la arquitecta que es? [No entiende la idea de sacrificio].
¿Se ha perdido algo para ser la arquitecta que es? No he sentido que me estaba perdiendo nada. Pero el hecho es que no he podido tener un hijo.
¿Por qué? Se me ha pasado el momento. Siempre tenía algo que hacer, y al final la vida ha pasado. De pequeña siempre me imaginaba de abuela. Porque las abuelas tienen una vida descansada, relajada.
Pero usted no ha elegido una vida relajada. No. Mi vida es más acelerada que descansada. Y eso que soy una persona que necesita tiempo. Todo me cuesta. No sé hacer un croquis en un minuto. Sólo funciono con tiempo. En el primer despacho donde trabajé conocí la dureza del trabajo y la frustración, pero estaba contenta de trabajar y de pensar. Luego, toda la vida he trabajado con esa sensación.
Usted parece una mujer muy cerebral y a la vez muy mundana. Una vez declaró que no leía libros, sólo revistas. ¿Es cierto? [Carcajada]. ¡Qué peligro tiene lo que dices por ahí! Me gusta leer, pero no los asuntos sesudos que leen los arquitectos.
¿No le interesa la teoría? No mucho. Pero no leer lo suficiente es mi complejo. Mis padres leían mucho. Mi casa estaba forrada de libros. Y para mí era agobiante. Reaccioné. Busqué otras cosas.
Dice que ha empezado a dudar si debería o no hacer algo más. ¿Qué le gustaría probar? [Calla durante más de dos minutos]. A veces pienso que hasta aquí he llegado. Pero luego me vuelven ganas de seguir haciendo arquitectura. Pienso que no es suficiente lo que he hecho. Sé que debería intentar, por lo menos, conocer otras cosas, porque dedicar toda tu vida a hacer una sola cosa no es suficiente. Pero no me veo capaz de hacer mucho más.

viernes, 26 de septiembre de 2008

jueves, 25 de septiembre de 2008

domingo, 24 de agosto de 2008

Proyectos de Espacios Publicos






Zocalo Metropolitano Elemental Chile - www.elementalchile.cl/








Arquitecto Nikola Basic - Zadar Basic http://www.seaorgans.com/

viernes, 22 de agosto de 2008



Conferencia Foros EsArq: Stalker/Osservatorio Nomade y Francesco Careri

Entrevista a Francesco Careri, laboratorio de arte urbano Stalker/Osservatorio Nomade.
La reciente visita de
Francesco Careri a Barcelona fue una excelente ocasión para conversar en torno a cuatro temas: ciudad contemporánea, aparendizaje de arquitectura, uso de tecnologías en registros urbanos y situación profesional.
Careri, es miembro co-fundador de
Stalker/Osservatorio Nomade y autor del libro de referencia “Walkscapes. El andar como práctica estética” (Editorial Gustavo Gili. Barcelona 2002. Directora de la colección: Daniela Colafranceschi).

La sesión se inició con una visita a la exposición Fronteras del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), que dio pie a la animada conversación aquí recogida:
Jorge García de la Cámara (JGC): Acabamos de visitar la exposición Fronteras recién inaugurada por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), en la que se propone un recorrido transnacional al concepto de borde, a esos lugares de transformación, legitimidad o condena que son las fronteras contemporáneas. En tu conferencia de esta mañana, nos has estado hablando de la necesidad de colocaros en los espacios marginales de la ciudad para poder observarla y comprenderla, unos espacios cambiantes, nómadas, en constante desplazamiento cada vez que alguien trata de imponerles un orden. Tanto en la escala transnacional como en la transurbana, hablamos de un cambio de estado, de una condición diferente en el hecho de atravesar o estar. Desde todos estos años de experiencia en Stalker/Osservatorio Nomade, me gustaría que nos hablaras de tu idea de frontera, de esas líneas o lugares de transición, de los márgenes vitales de la ciudad.
Francesco Careri (FC): La palabra frontera me remite a cientos de ideas sobre las que hablar. Una muy interesante es la diferencia entre confín y frontera, ambos conceptos desarrollados por Piero Zanini en su libro
“Signifcati del confine” (Bruno Mondadori, Milano 1997). Visitando la exposición del CCCB, hay un momento en que se nos muestra la frontera entre México y Estados Unidos en un lugar donde el muro ciego es sustituido por verjas. A través de ellas familiares y amigos de ambos lados, se pueden encontrar, hablar, tocar. Me pregunto por qué las fronteras no toman espesor y generar así un espacio en el que poderse sentar a hablar, refugiarse para hacer el amor… ¿Por qué no existen verdaderos espacios de frontera? Serían espacios de pertenencia a uno y otro lugar, y no a ninguno de ellos. Eso me interesa más que un muro o una línea.

Transborderline, el objeto que proyectamos en Osservatorio Nomade -con Stalker en 2000-, sintetiza la idea que tenemos de frontera, en el sentido estricto de ensanchar la línea. La ciudad contemporánea necesita de espacios de intercambio entre los ámbitos nómadas y sedentarios. Zonas francas en las que se pueda hacer cosas no permitidas en otras partes de la ciudad. Estas son las zonas fronterizas y centran la investigación desarrollada en Transborderline.
Otro aspecto que me interesa de la frontera son los pueblos nómadas, los rom, por ejemplo. No conocen fronteras y simbolizan uno de los problemas más urgentes de la humanidad. Un pueblo con lengua propia en todos los estados europeos, que nunca ha declarado guerra a nadie; un pueblo sin estado, y que a diferencia del pueblo judío, no está en su búsqueda -la búsqueda de una patria, una tierra prometida-. Su estado es toda la tierra. Resulta increíble cómo nuestra cultura no lo acepta y se empeña en hacerlo desaparecer, transformarlo completamente, como si no estuviera legitimizado a existir.
En la actualidad desarrollamos una investigación en Roma,
“Sui letti del fiume” (sobre los lechos del río), un trabajo realizado con los alumnos de Roma Tre, siguiendo el curso del Tíber desde la costa ostiense hasta Roma, en el que tratamos de conocer la realidad de las personas que duermen junto al río. A lo largo de su curso, viven muchas más personas de lo que cualquier romano pudiera imaginar.Hay personas viviendo en palacitos, muchas originarias de Rumanía, también de Bosnia; hay otras viviendo en caravanas y que nunca aceptarían vivir en una casa convencional; sin embargo, otras, reclaman el vivir en una habitación estándar… El mundo nómada en Roma es un mundo diferenciado y complejo, en el que es difícil llegar a conclusiones.
Por ejemplo, hace unos días visitamos un campamento con más de 500 personas viviendo bajo una autopista, un lugar prácticamente sin luz, enfermo, agónico. Resulta increíble la naturalidad con la que las personas pueden vivir en esas condiciones. Hay una contradicción difícil de comprender: al tiempo que se lamentan de vivir en ese lugar, se muestran resignados, acostumbrados.
No planteamos dar una respuesta a todas estas situaciones. Nuestro interés está en las estrategias para conocer una realidad, reflexionar sobre ella y desvelarla. En Roma se desconoce la realidad de los márgenes del río. Me gustaría poder estimular la opinión pública para que también otros pudieran reflexionar y activar posicionamientos ante un tema tan urgente.


JGC: Stalker, como colectivo, surge a raíz de las movilizaciones universitarias en la Italia de los primeros años 90. Toda esa energía concentrada en el movimiento
La Pantera supuso un revulsivo y una incitación a revelaros contra la enseñanza de arquitectura recibida y sobre los modelos de construcción de ciudad propuestos. A veinte años vista, ¿qué universidad te encuentras en 2007 y cuál es tu poscionamiento en torno a la docencia sobre la experiencia de la ciudad?

FC: Empecé en la docencia pronto. Cuando en 1994 tuve un curso en Francia –en Italia resultaba imposible- comprendí que era factible transmitir el pensamiento Stalker; un pensamiento que se podía comprender, algo de lo que se podía hablar, y en el que los jóvenes estudiantes podían participar activamente. Desde entonces, he desarrollado workshops por todo el mundo, siempre proponiendo temas de trabajo que me habría gustado me propusieran cuando era estudiante.

Ahora, en Roma Tre, he podido desarrollar un proyecto académico, “Arte civica”, desde el que dar testimonio a las transformaciones de nuestro territorio inmediato. El curso se estructura en torno a una serie de caminatas semanales con los estudiantes por los alrededores de Roma. Este tipo de trabajos abre de manera extraordinaria la mentalidad de los alumnos, especialmente en un momento en el que los estudiantes de arquitectura apenas se paran a conocer su ciudad y difícilmente salen del circuito Universidad-casa-ocio nocturno. Casi no saben dónde viven.
Algo ocurre en las Escuelas de Arquitectura y Bellas Artes, y es que tratamos de formar “singulares mediáticos”, como si algún día todos ellos pudieran ser un
Frank Gehry o un Jean Nouvel. Es una gran estafa, y sobre todo, no es lo que éticamente hemos de hacer y enseñar. Es denunciable esa incitación a la constante búsqueda por ser diferente a los otros, ese permanente estado de competición.

JGC: La masificación de las ciudades y la competitividad del mercado profesional dan por válido más que nunca el lema infantil “solo no puedes, con amigos sí” como mecanismo de supervivencia.

FC: Sí, pero el ideal es ser el dueño de un grupo.

JGC: Sí, de acuerdo, pero alrededor del dueño del grupo necesariamente ha de haber siempre un grupo de profesionales trabajando en equipo. No ser consciente de ello es ir en contra de las reglas del mercado. Incluso cada vez más, ese “dueño del grupo” tiende a diluirse, a desparecer, a convertirse en mera comparsa.
FC: Lo que me gustaría que comprendiesen los estudiantes es que hay otras formas de trabajo, otros ideales, que es posible hacer una arquitectura, no sólo y necesariamente “low-tech” y económica, sino también sensible con los problemas del lugar. Si hay un problema, hay arquitectura. Hay infinidad de maneras de transformar los problemas, de afrontarlos.

JGC: Es habitual en los trabajos de los alumnos sobre problemas urbanos observar lecturas estrictamente negativas sobre realidades concretas, sin atender a lo que encierran de oportunidad. ¿De qué forma estimulas a un cambio de actitud que vea oportunidad ahí donde sólo se ve fracaso?

FC: Una cosa que aprenden los estudiantes es a dar importancia a sus capacidades relacionales, a darse cuenta que estudiar arquitectura no solo es dibujar, hacer una maquetas bonitas, sino también hablar con los otros, preguntar, enriquecerse. No se trata estrictamente de participación. Hoy esta palabra tiene infinidad de significados, unos interesantes, otros interesados; interesados en la construcción del consenso.

JGC: En España muchos municipios han adoptado el modelo de participación para dar salida a proyectos urbanísticos conflictivos, si bien, son pocos los grupos vecinales, asociaciones y colectivos que a día de hoy siguen creyendo en la acepción administrativa de participación.

FC: Sí, en Italia ocurre algo parecido. Por eso es importante que el alumno sea consciente de su poder relacional en cualquier parte y situación. Es una herramienta que le sirve, no solo para resolver, sino también para conocer los problemas. No es por tanto hacer participar a los otros en tú idea, sino participar tú en el proceso de transformación del espacio. Si uno no es capaz de escuchar, es imposible a la larga poder comprender.

JGC: En estos años de experiencia docente por Europa y el continente americano, ¿qué diferencias y similitudes has podido observar en las maneras de aproximarse, entender y vivir aspectos inherentes del hecho urbano?

FC: Hablemos por ejemplo de la seguridad, un concepto global. Todo el espacio está ahora bajo la dictadura de la seguridad; es casi el primer criterio de organización del espacio. Cada uno de nosotros paga un precio por ello. En Bogotá, por ejemplo, este doble sentido es muy claro. Bogotá es la ciudad más segura de toda Colombia, en el sentido que en los pequeños pueblos te puede pasar cualquier cosa, tus hijos pueden ser llevados a la guerra con tan sólo diez años… Así, un grueso de Colombia está huyendo a Bogotá, a sus chavelas. Sin embargo, eso no significa que Bogotá sea una ciudad segura, pero sí que sea la más segura.
En Estados Unidos, por ejemplo San Francisco, he comprendido el riesgo de muerte que encierra atravesar una propiedad privada. La ley ampara al propietario para poderte disparar si entras en el espacio de su propiedad. En el Mediterráneo existe el concepto de propiedad privada, pero es bien diferente. Por ejemplo, Cerdeña es una isla llena de verjas; su sentido está en mantener a los animales controlados, si bien no impiden a uno atravesar el territorio. En Roma, cuando caminamos con nuestros estudiantes, a veces ocurre que atraviesas una propiedad privada, pero es tan sencillo como explicar la intención al propietario y él te permitirá atravesarlo.

JGC: Siguiendo en el terreno docente, y dando el salto en esta ocasión a Barcelona, habéis desarrollado recientemente un proyecto de transurbancia por su área metropolitana: “Rieres/Rambles”. En un momento en el que se cuestiona el modelo Barcelona, no solo en ámbitos locales, sino también en determinados círculos internacionales, me gustaría que nos hablaras del inconsciente de la ciudad. ¿Qué está pasando?

FC: No participé directamente en estos cinco recorridos, fue Lorenzo Romito quien estuvo detrás de ello, si bien, he seguido de cerca la actividad. Lorenzo me ha explicado la complejidad del territorio a esa escala. Hay muchos ámbitos diferentes de gran complejidad en sentido paisajístico, por lo que prefiero hablar desde mi experiencia en la escala urbana. Barcelona es una ciudad joven, que vive actualmente en gran medida del turismo, de los estudiantes y postgrados. Es como si estuviera tomando el lugar de ciudades de París, Ámsterdam… Barcelona es una ciudad cada vez más violentamente turística, y por tanto, con menor sensibilidad hacia las necesidades de sus habitantes. Me refiero al
Poble Nou, al Forat de la Vergonya… Se ha sobrepasado todo. No se puede construir una ciudad exclusivamente para los otros, para los turistas, para los ricos, para los estudiantes, para la gente que ha de divertirse y echar o ignorar a los otros de la forma en que se está haciendo. Se ha normalizado el construir ciudades para unas determinadas visibilidades, y ahí claramente, perdemos todos.
JGC: En ese interés por los recorridos inconscientes en torno a la ciudad y que recoge el testigo de las vanguardias y prácticas artísticas del siglo XX, me gustaría que nos explicaras cómo se entiende la convivencia simultánea de inconsciencia y posicionamiento crítico sobre el hecho urbano contemporáneo.


FC: Esta pregunta no me la habían formulado nunca antes. Cuando hablamos en la práctica del inconsciente, hablamos de cómo perderse, de una estrategia sobre el saberse perder para encontrar las “partes calientes” de la ciudad, dónde residen los problemas y hacerlos tangibles, emergentes. Por otra parte, la crítica es en parte un a priori. Si tu decides emprender una acción como el caminar por la ciudad, nunca es del todo inconsciente. También la “deriva” situacionista de
Guy Debord se construye sobre ese a priori.Nunca es verdad que uno se pierda completamente. La pérdida es en realidad una voluntad por encontrar algo que intuyes y que quieres conocer… Y muchas veces hay sorpresas. En ocasiones, uno parte sin una intencionalidad y la intuición lleva a un determinado lugar de forma inexplicable. Es como si hubiera un magnetismo. Por tanto, la crítica no solo es a posteriori; va implícita en el mismo hecho de querer recorrer sin rumbo. Mientras estás mirando, recorriendo, ya estás ejerciendo crítica.
En cualquier caso, me gusta dejar en suspenso las respuestas a los espacios, no resolverlas y frecuentar las incógnitas.


JGC: Retrospectivamente, Stalker/Osservatorio Nomade surge en los noventa al tiempo que se va extendiendo el uso de Internet y la informática como herramienta habitual de trabajo. En ese crecimiento paralelo hasta nuestros días y en tanto que grupo interesado en las prácticas reales colectivas, ¿cómo entendéis el fenómeno 2.0?

FC: Damos mucha importancia a la tecnología. Es un instrumento democrático espléndido para la gestión del espacio físico. Al principio lo empleábamos únicamente para explicar lo que estábamos haciendo. Nuestro sitio original, stalkerlab.it, clausurado en 2002, no era interactivo; se trataba únicamente de un instrumento para la representación de proyectos. Ahora, en cambio, todo proyecto que desarrollamos va acompañado de un sitio web.Uno de los que ha funcionado muy bien es
“Campagna Romana” un proyecto de 8 recorridos en torno a Roma. Quizás es el proyecto de mayor complejidad y con un mejor aprovechamiento de las posibilidades que ofrece Internet.

Otra experiencia fue el blog sobre Corviale, el bloque de viviendas de 1 km de longitud y más de 8000 habitantes a escasos 8 km de Roma. Y aquí debo decir que es una pena que no nos hayan comprendido, apoyado. En Corviale los ratio ordenador/habitante, no son muy elevados, pero bien puede plantearse la posibilidad del wireless y presentar a través del blog, por un lado, problemas de escala general para el complejo Corivale; y por otro, los de escala más pequeña –por ejemplo, los de un determinado portal de vecinos: limpiar, cambiar bombillas de la escalera… para lo que no es necesario que los 8000 habitantes se pongan de acuerdo-.Así, hay una posibilidad enorme de gestión del territorio a diferentes escalas. Es un sistema democrático que se puede organizar. Debiera ser objetivo de todos: administración y vecinos.
JGC: Para terminar, quisiera que habláramos de un aspecto de la realidad profesional con que se encuentran los jóvenes arquitectos. En un momento de clara redefinición profesional, de unos ratios insostenibles “número de habitantes/arquitecto” – en Roma, por ejemplo este ratio está en 516 habitantes por cada profesional (ver proyecto
Wonderland)- cada uno trata de buscar mecanismos de supervivencia. En un sector sensible como es el de los profesionales que se inician en el mercado laboral, se hace evidente la dificultad en materializar obra construida y se traduce en una tendencia, respaldada en numerosas ocasiones desde lo institucional, en las prácticas efímeras, en las intervenciones de formato breve, más ágiles, de bajo coste y susceptibles de vincularse a ámbitos de investigación que una inmensa mayoría de la obra construida no admite.
FC: Cuando nosotros empezamos, este boom no existía. En realidad, no inventábamos nada, pues éramos herederos de prácticas ya desarrolladas en los 70, pero lo reinventamos. Hace unos días en San Francisco conocí a unos jóvenes que hacen tomas de jardines, instalaciones urbanas… se ven como pioneros de estas prácticas. Esta constante reinvención es algo que siempre ha ocurrido.El problema es cuando las prácticas se institucionalizan en exceso y se convierten en mecanismo de subsistencia profesional. En cualquier caso, es importante para los estudiantes y jóvenes arquitectos el trabajo en las instalaciones urbanas, asistir en primera fila y con las propias manos a la transformación del espacio. Una manera de dejar el dibujo y empezar a implicarse en la casa, en el barrio, en la ciudad.


JGC: Esto debiera poner en evidencia, tras unos felices 80 y 90 de autocelebración profesional, una aproximación a la calle, a lo cotidiano, un acento a los aspectos sociales y políticos implícitos en la arquitectura.

FC: Sí, eso es cierto y bueno. Pero no podemos hacer que estas prácticas se conviertan en excusa para visibilizar firmas profesionales en el espacio urbano. Estas prácticas debieran entenderse como servicio público. Me interesan cuando constituyen algo verdaderamente sentido, reflexionado, necesario. Por el contrario, si se convierten en festival institucional para que los jóvenes trabajen con formas, espacios, etc. quedan completamente en entredicho. Lo interesante es que los jóvenes lo hagan donde verdaderamente crean que hay necesidad de hacerlo. Abrir recorridos donde antes no era posible, abrir y cortar verjas, permitir pasos… puede ser entendido en ocasiones como una “gran obra de infraestructura”.
Otra cosa que diría a los jóvenes arquitectos es que ampliaran su concepción de lo que es la arquitectura. La arquitectura que nos dicen que es la verdadera arquitectura, suele ser una arquitectura impuesta siempre por el poder: las nuevas tecnologías, las grandes firmas internacionales, el uso de las compañías privadas de estas firmas… todo resulta una locura en términos éticos, económicos. Y también un sinsentido… porque un estudiante de arquitectura, cuando ejerza, difícilmente podrá alcanzar los grandes proyectos presentados en suplementos dominicales y revistas de moda.


JGC: Eso convierte en ocasiones a muchas escuelas de arquitectura en verdaderas máquinas de frustración profesional, desde el momento que “entrenan” para un determinado tipo de perfil que no tiene cabida en el mercado real. Desde ese desajuste se entiende el creciente descrédito de la profesión y que sean precisamente no-arquitectos quienes más y mejor hablen sobre nuestras ciudades. En el caso particular español: Manuel Delgado, antropólogo; Franscesc Muñoz, geógrafo; José Miguel Iribas, sociólogo….

FC: Estoy muy de acuerdo. Una cosa que me llama la atención de Barcelona (se podría decir España) es el desinterés de los arquitectos. Nadie se posiciona, nadie critica. Los arquitectos parecen muy preocupados por perder sus clientes, sean de la administración o privados. El colectivo barcelonés de arquitectos es muy autocomplaciente. Ignasi de Solà-Morales, Enric Miralles, eran personajes activos siempre … no sé qué ocurre ahora. Las
jóvenes generaciones de arquitectos están calladas.